jueves, 19 de mayo de 2011

LA SILLA QUE UN DÍA FUE ÁRBOL


Recuerdo aquel día como el peor de mi vida. Empezó como cualquier otro en Quejigos pero nada más despertarme supe que no iba a ser demasiado bueno, hacía mucho viento y a pesar de eso el sol me quemaba, me daba de lleno en las hojas. Una pareja de ardillas no paraba de correr y saltar por mis ramas, haciendo caer todas mis hojas. Pero eso no fue nada comparado con lo que sufrí después. Mientras intentaba que el día transcurriera rápido, sin hacer nada empecé a oír muchísimo ruido, que no sabía de dónde venía. Algo se acercaba. Nunca pensé que sería tan terrible…

Los animales empezaron a huir, corrían y se escondían donde podían, la familia de golondrinas que anidaba en una de mis ramas más altas no tardó en echar a volar, yo tenía mucho miedo, no sabía lo que iba a ocurrir, tampoco sabía qué hacer, entonces el ruido paró y por el bosque ya no había movimiento. Me tranquilicé un poco pero en unos segundos empecé a escuchar voces, voces de hombres y sin poder entender lo que decían se iban acercando hacia mí. Llevaban algo en las manos, no conseguía ver exactamente lo que era porque todavía estaban lejos. A cada minuto que pasaba estaba más preocupado, se pararon delante de mi primo Chopy que era algo más alto que yo y sin pensárselo dos veces empezaron a cortar sus ramas más bajas con los objetos que llevaban en las manos, que hasta ese día yo desconocía su utilidad. Y en poco tiempo acabaron con su vida, lo mataron. Aún me pregunto qué fue de él… Después no lo dudaron y vinieron hacia mí. Me hicieron exactamente lo mismo. Y aquí acabó mi vida como árbol para convertirme en una vieja silla en la que nadie se sienta.


ANA MUÑOZ Y NAIMA ORVICH, 3º G

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