martes, 20 de noviembre de 2007

LA HISTORIA INTERMINABLE

Os ofrecemos el inicio de esta historia, que pertenece a El jardín del paraíso, un cuento de Hans Christian Andersen, para que la continuéis como vosotros la imaginéis.
Cada quince días seleccionaremos un fragmento de entre 20 ó 30 líneas que se irá añadiendo al anterior hasta conformar un nuevo cuento creado por vosotros mismos.



ANÍMATE Y PARTICIPA

Sólo tienes que depositar tu texto con tus datos personales y el grupo al que perteneces en el buzón que habrá instalado en el mostrador de la biblioteca del instituto.

PRIMER PLAZO: 15 DE NOVIEMBRE
SEGUNDO PLAZO: 30 DE NOVIEMBRE
TERCER PLAZO: 1 DE FEBRERO
CUARTO PLAZO: 15 DE MARZO
QUINTO PLAZO: 15 DE ABRIL

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EL JARDÍN DEL PARAÍSO

Érase un príncipe que tenía más y más bellos libros que nadie; todo cuanto ha ocurrido en este mundo podía leerlo en ellos y verlo representado en espléndidas láminas. Podía informarse sobre todas las gentes y sobre todos los países, pero ni una palabra había acerca de dónde se encontraba el jardín del paraíso y esto era, precisamente, lo que más le interesaba saber.
Cuando era aún muy pequeño, pero debía comenzar a ir a la escuela, su abuela le había contado que en el jardín del paraíso todas las flores eran sabrosos pasteles, con los estambres del más dulce vino; en uno habitaba la Historia, en otro la Geografía o las tablas aritméticas. Con sólo comer los pasteles se aprendían las lecciones; así es que cuanto más se comía, tanto más se aprendía de Historia, Geografía y Aritmética...

HANS CHRISTIAN ANDERSEN

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El príncipe, que ya era bastante inteligente, tenía muchísima sed de conocimientos y se propuso encontrar el jardín del paraíso como fuese.
A la mañana siguiente, se dirigió con su imponente séquito hasta una roca bastante alta, se subió a ella y gritó:
-"Soy vuestro príncipe y os ordeno que si alguno de vosotros sabe algo acerca del jardín del paraíso, me lo comunique. Vuestra información no será en vano pues si hay algún dato de interés para mí, la persona que me la dé, será recompensada con diez mil monedas de oro".
Al oír esto, se armó un gran revuelo entre la muchedumbre, que se amontonó alrededor de la piedra con mucha rapidez. El príncipe, pero sobre todo su séquito, pusieron un poco de orden tras largo rato y algunos golpes de por medio, de modo que consiguieron formar una fila bastante decente.
Los aldeanos empezaron a darle información de uno en uno, pero era una información inútil para el príncipe, pues no le contaron nada que él ya no supiese; hasta que llegó el último...
El príncipe, al verlo, pensó que no le diría nada de interés por su aspecto andrajoso y desaliñado, pero cuando el aldeano comenzó a hablar y le contó que sabía donde estaba y que incluso había estado allí y podía llevarle si él quería, el príncipe se quedó atónito y con la boca abierta. Cuando por fin salió de su asombro, gritó eufórico:
-"¡Atención, aldeanos, tenemos un ganador de la recompensa y es este hombre!"
El pueblo lo vitoreó durante unos minutos como si fuese un héroe recién llegado de la guerra. Después de la ovación, el príncipe le dio su recompensa y le dijo que si le llevaba hasta el jardín, le daría otras diez mil monedas de oro. El joven aceptó de buen grado

VÍCTOR YERAY HUÉSCAR, 3º D
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por lo que le propuso partir cuanto antes.
-Por cierto, Alteza. Me llamo Hasnal.
-Bien, Hasnal. ¿Qué camino debemos seguir?
-Debemos ir hacia el Norte, caminando por las praderas hasta el puerto.
Entonces salieron del reino acompañados de un soldado de élite.
Las praderas eran una zona verde, llena de animalitos inofensivos. Generalmente, el tiempo solía ser estable, pero ese día empezó a llover de forma precipitada. En busca de un refugio, se ocultaron en una cueva que había un poco más adelante. Encontraron un cartel destrozado en el suelo, pero no se molestaron en leerlo, cosa que debían haber hecho porque se podía leer "peligro, no pasar" entre los restos.
La cueva estaba penosamente iluminada. Tan sólo una ramita con una llama en su punta iluminaba la oscura caverna.
La noche fue larga y dura pues la cosa más cómoda para dormir que encontraron fue una zarza con espinas.
Al amanecer, emprendieron de nuevo el viaje, esta vez con un día soleado.
CARLOS MELERO VILCHES, 1ºC ESO
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Descendieron de la fría caverna por unos surcos en las rocas, con cuidado de no introducir los pies en unas enormes grietas que se ensanchaban cada vez más. Cuando llegaron abajo, se colocaron los macutos y prosiguieron el viaje.
-Espero que lleguemos pronto a los bosques, este calor es muy incómodo.
-Sí, -dijo el príncipe-.
Después de un par de horas caminando, pudieron divisar el bosque.
-¡Alto!-dijo Hasnal.
-¿Ocurre algo?
Hasnal cogió del brazo al príncipe y seguidamente lo empujó a unos matorrales en los que se introdujo él también.
-¿Qué ocurre?-dijo el príncipe.
-¿Ve aquellos árboles? Pues mire debajo.
-¡Dios mío!
Había dos hombres empalados debajo de los cuales había unas extrañas letras que Hasnal tradujo: “Hombres, por la venganza de la rebelión”.
A lo lejos, se encontraban las criaturas culpables de esa barbarie.

ARIAN DELAFROOZ, 3ºE
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Podemos intentar coger otro camino, es más largo, pero por lo menos viviremos para contarlo –dijo Hasnal dirigiendo su mirada a los dos hombres empalados-.
El príncipe se había quedado atónito mirando aquella escena con los ojos abiertos de par en par. En ellos se podía leer el miedo que tenía a que le ocurriera lo mismo.
¡Vamos! Cuanto antes, mejor –dijo el príncipe mirando a Hasnal.
Cuando se disponían a salir de los matorrales y a coger otro camino, una persona les cogió por los ropajes y se dispuso a gritar: “¡Eh! He encontrado a dos hombres escondidos!”
Se acercaron más hombres y se pusieron alrededor de ellos.
-Son espías- decían algunos.
-¿Matémosles! – decían otros con sed de sangre.
-¡Dejadme en paz ¡Os ordeno que me dejéis! – dijo el príncipe desesperado-.
-Vaya, vaya. Así que eres el príncipe. Podríamos pedir una recompensa por ti- dijo uno que parecía ser el jefe mientras se acercaba a él-.
-O podríamos enviarle a su palacio en trozos pequeños- dijo otro mientras apuntaba con su espada al cuello del príncipe.
-También podríamos empalarlos como a aquellos dos- dijo un tercero apuntándoles con un dedo.
-Prefiero que nos matéis con una espada que apunte directamente al corazón- dijo Hasnal con una voz firme y seria.
Todos se miraron y empezaron a reír a carcajadas.
-Hasnal, podríamos negociar con ellos- dijo el príncipe.
-Ellos no entienden de negociaciones –le contenstó.
-Está bien –dijo el jefe. Así adornaréis las raíces de los árboles y alimentaréis nuestras espadas con vuestra sangre.
Les ataron los brazos y les hicieron ponerse de rodillas. Primero, el jefe de aquellos hombres cogió a Hasnal por el pelo e hizo que le mirara a la cara.
-¿Alguna palabra antes de morir?- le preguntó el jefe a Hasnal-.
-Sí. Ha sido un placer haber hecho este viaje con usted, señor príncipe- dijo sonriendo.
-¡Basta de tonterías!
El jefe empuñó su espada y la clavó en el pecho de Hasnal, que cayó al suelo desangrándose. El jefe se dirigió al príncipe.
-No creo que tú tengas palabras para nadie, ¿no es cierto, príncipe?- le dijo burlándose de él.
-¡Sí! –dijo mirándole seriamente-. Jamás tendréis un corazón tan puro y valiente como el suyo- dijo mientras dirigía su mirada al cuerpo desfallecido de Hasnal-.
-Eso ya no importa –dijo con una voz cruel-. Lo que fue de él o de su corazón puro y valiente ya no importa ni nadie lo recordará.
Cogió su espada y se dispuso a atravesar el corazón del príncipe mientras éste gritaba desesperado.
…..
A la mañana siguiente, se despertó sudando y desorientado. Empezó a mirar a su alrededor, se puso la mano en el pecho. Su corazón latía rápidamente. Estaba a salvo en su dormitorio.
Alguien abrió la puerta poco a poco.
-¡Se ha despertado ya? –dijo una persona asomada a la puerta.
El príncipe le miró de arriba abajo; era Hasnal, el joven que le acompañó en su viaje.
-¡Hasnal! ¿Qué haces aquí?- preguntó extrañado el príncipe-.
-Soy vuestro consejero personal – dijo acercándose a la cama-. Vine recomendado por uno de los sirvientes de palacio –terminó de decir mientras se ponía a su lado sin llegar de sentarse en la cama.
-Así que todo fue un sueño- dijo susurrando-.
-¿Decía algo, señor?- preguntó Hasnal.
-No, sólo que estoy un poco cansado- dijo el príncipe mirando a la ventana.
-Entonces, le dejo descansar. Tranquilo- dijo Hasnal dispuesto para irse.
-¡Hasnal!- gritó el príncipe.
La habitación se había quedado en silencio. El príncipe había cogido la manga de Hasnal y se había quedado callado. Hasnal se giró y le miró extrañado.
-Lo siento…Es que…yo… no me quería quedar solo otra vez- dijo con lágrimas en los ojos-.
Hasnal abrazó al príncipe, que se sorprendió y respondió al abrazo.
-Yo nunca te dejaré solo- dijo dándole un beso en la frente.
-Gracias, Hasnal- dijo sonriendo.
-Ahora, duerme. Tus sueños te esperan- dijo tumbándose en la cama, mientras le ponía la manta encima.
El príncipe cerró los ojos.
-Al fin y al cabo, el jardín del paraíso creo que sólo existe en los sueños de las personas que no tienen a nadie, pero ahora sé que no estoy solo- pensó el principe antes de dormirse.
Hasnal estaba tumbado en la cama con una mano apoyada en la almohada mientras en la otra tenía la del príncipe
-Siempre velaré por ti, así que nunca estarás solo- susurró Hasnal cerrando también los ojos.

BLANCA VILLAR VARGAS, 3º A

FIN