Más allá del jardín no había nada. Allí
solía ir cuando me sentía triste, decepcionado, aquel lugar era mi secreto.
Cometí un gran error al enseñárselo; quizás tendría que haberlo pensado antes
porque tan solo yo sabía qué criaturas había allí escondidas. Aquellas criaturas tan bellas y a la vez tan
mortíferas son capaces de matarte hasta con la mirada. Solo a mí me respetaban,
ya que era yo quien cuidaba de ellas. No debería haberle enseñado mi secreto, y allí permaneció tendido su cuerpo.
LIDIA POZO NIETO, 2ºH ESO
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