Se me pasa la vida mientras me cuelgan y me descuelgan. Escucho conversaciones a diario y me fascino cuando oigo hablar lenguas extranjeras. Tengo todos los números de contacto de personas que ni siquiera se conocen y ni se llegarán a conocer. Me llaman constantemente y no me puedo mover del sitio; eso me crea una cierta sensación de impotencia. A veces me gusta servir para solucionar las emergencias y las llamadas de gente con problemas. Respiro por unos agujeros que tengo y huelo los alientos de las personas y no siempre son mentolados. Me encanta que me utilicen, pero lo que no me gusta es que me desconecten porque corro el riesgo de aburrirme.
NÉSTOR MANZANERO SOBRADO, 3ºE
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