Era la primera vez que veíamos la luz del sol, que sentíamos el tacto del pie humano en nuestro interior, la primera vez que sentíamos el calor del césped, la primera vez que tomábamos contacto con el balón. Nos estremecíamos y nos poníamos contentas, ya que podíamos hacer las cosas para las cuales nos fabricaron. Pero al mismo tiempo nos pusimos muy nerviosas porque no sabíamos si íbamos a ser útiles a la persona. Pero al cabo de unos años, después de haber jugado unos 150 partidos, de haber metido unos 90 goles, de haber sufrido la fría sensación de la lluvia y la nieve, después de recibir unos cuantos golpes, después de perder un partido, después de recibir besos, después de marcar goles importantes, ya no estamos nerviosas, porque sabemos que hemos cumplido con nuestro trabajo. Hemos hecho disfrutar a nuestro dueño, aunque nos apena tener que dejarle así, no sabemos si porque nos hemos hecho pequeñas o porque le han crecido los pies, pero este es el final. Nos disponemos a meternos en una caja y ser guardadas, aunque, la verdad, pensábamos que íbamos a acabar en la basura. Como hemos dicho antes, estamos satisfechas con nuestro trabajo y felices porque guardándonos y no echándonos a la basura nos demuestra que él también ha sido feliz con nosotros.
MANUEL AMADI, 3ºDIV.