martes, 9 de diciembre de 2014

DEL AMOR AL ODIO


Al principio todo era mágico. Ella se sentía feliz de estar con el hombre que creía que era el de su vida. Nuria, que así se llamaba, amaba a Eric con todas sus fuerzas. Era una mujer de veinte años, rubia, con ojos pardos, simpática, con un corazón enorme; sus amigas le decían que, de buena, era tonta. Siempre lo daba todo por la gente que quería, pensaba más en los demás que en ella misma. Creía que al final recibiría lo mismo.
Un día, ella fue a  trabajar y conoció a un chico. Era aparentemente atento, cariñoso, guapo, inteligente, divertido: era el chico perfecto. Empezaron a quedar por las tardes y se fueron enamorando. Pero, al cabo de ocho meses, las cosas cambiaron. Nadie  creyó las palabras de la chica al contar lo que ocurría. Una historia de lo más espeluznante, una historia que nadie querría experimentar.
Se cansó de llorar y condenó su corazón a una celda, para protegerlo del dolor, para alejarse del peligro.
Al principio, estaban muy ilusionados con su relación, lo daban todo el uno por el otro, pero un día  eso cambió. Él empezó a emborracharse de madrugada en madrugada. Le decía que salía con amigos, la mentía y ella lo sabía.
Llegaron los golpes, las palizas, los insultos, no la dejaba salir. Decía que era por su bien, por protegerla, pero en realidad ya no la quería, ya no quería ni sus besos, ni sus abrazos, ni simplemente su amor.
Una de esas noches de borrachera, volvió a casa. Influenciado por las copas que se había tomado en un bar, empezó a pagarlo con ella: le echaba las culpas de que él estuviera así, decía que ella le había hundido la vida, y la chica se sumía en un inmenso dolor. No le dolían los golpes, le dolía mucho más dentro, en el fondo de su corazón. Ella lloraba y él le propinó un golpe con el cenicero de cristal en la cabeza, que la hizo desmayarse. Él se asustó y se dio cuenta de lo que había hecho.
La había matado y, al no poder soportar el dolor que se provocaba a sí mismo, se suicidó.
 
IRENE CABELLO, 3º DIV.

 


 

domingo, 23 de noviembre de 2014

TE EXTRAÑO


Cuando abrí la puerta comencé a oír aquella voz que tanto extrañaba. Seguramente fueran imaginaciones mías porque desde aquel día que nos distanciarnos no volvimos a saber nada el uno del otro.
Nunca la volví a ver, y aquello me destrozaba, no había día que no pensara en ella. Si hubiera sabido lo que pasaría después de aquello habría rectificado, y ahora yo me sentía muy solo.
 
LIDIA POZO NIETO, 2º H ESO

 

MI SECRETO


Más allá del jardín no había nada. Allí solía ir cuando me sentía triste, decepcionado, aquel lugar era mi secreto. Cometí un gran error al enseñárselo; quizás tendría que haberlo pensado antes porque tan solo yo sabía qué criaturas había allí escondidas.  Aquellas criaturas tan bellas y a la vez tan mortíferas son capaces de matarte hasta con la mirada. Solo a mí me respetaban, ya que era yo quien cuidaba de ellas. No debería haberle enseñado mi secreto, y allí permaneció tendido su cuerpo.

             

LIDIA POZO NIETO, 2ºH ESO

jueves, 20 de noviembre de 2014

EL CONEJO SOÑADOR

          
ESCRIBIMOS UN CUENTO ENTRE TODOS (1º ESO C)

 

    

Érase una vez un conejo blanco como la nieve que soñaba con volar. Todas las noches soñaba con volar. Todas las noches tenía el mismo sueño: volar sobre las montañas contemplando el valle, el pueblo, las carreteras, los caminos, los árboles y a todos los demás conejos.
Por las mañanas se levantaba muy temprano tomaba su colacao de zanahorias y comenzaba a practicar con sus orejas: las agitaba en el aire fuertemente. Él había visto hacer esto muchas veces, con sus alas, a las águilas. Y entonces pensó: “Iré a visitar a mi amigo el mago Rodolfo para que me dé una poción mágica que me haga crecer las orejas.“
Y así lo hizo, pero el invento no funcionó. El pequeño conejo estaba muy triste y desilusionado. No lo había conseguido. Jamás podría volar.
Cuando estaba llorando amargamente apareció un duende, era el duende de la fantasía. Y le dijo: “No te preocupes porque no puedas volar. Hay otra cosa que tu si puedes hacer, soñar”.
El duende le dijo al conejo que en sus sueños él podía ser todo lo quisiera: un rey, un príncipe, un león, un águila, etc.
También le dijo que en sus sueños él podría hacer todo lo que quisiera: cantar, bailar e incluso volar, volar, volar y volar.

 

“INTENTA  SIEMPRE  CONSEGUIR  TUS  SUEÑOS”
 
(PAULA MARTÍNEZ)